Interesantísmo artículo de EcoHabitar sobre la cal y su utilización en la construcción tradicional y la reivindicación de su uso en la bioconstrucción de hoy.
La relegada cal es uno de los materiales más reivindicados desde la bioconstrucción, por sus grandes ventajas frente al cemento Pórtland.
Hasta la revolución industrial y el descubrimiento del cemento en 1824 en Pórtland, Inglaterra, la cal ha sido el principal ligante de la construcción en morteros, revestimientos y pinturas.
Es responsable de la solidez de los edificios antiguos y medievales y ha participado en obras tan prestigiosas como los frescos y estucos que los decoran.
Los constructores de entonces aplicaban las cales disponibles en las canteras y caleras más próximas.
Es decir, la calidad de las cales reencontradas varía según la roca de extracción, pues de las calizas, las más puras proceden de las cales más grasas, es decir, aéreas y de las calizas las más arcillosas, pues las más ricas en sílice (margas) procedían las cales magras es decir hidráulicas.
Resultaban denominaciones varias para la cal, típicas de los lugares de procedencia.
Debido a la limitada facilidad de transporte, los constructores aplicaban el material local pero conocían una amplia gama de trucos para corregir los efectos de cada una de las cales encontradas para aportar a sus morteros las calidades requeridas en cada caso de aplicación, como son el control de la rapidez en el endurecimiento, la dureza y el grado impermeabilizante.
De esto concluimos que todas las clases de cal convivían desde todos los tiempos.
Lo digo porque en la actualidad tendemos a valorar a las de la primera clase más tradicionales y míticas, las cales más puras; mientras descalificamos como segundas las cales impuras con propiedades hidráulicas ya que estas no son mencionadas en la literatura antes de unos dos siglos pasados.
La elección de nuestras cales para la restauración del patrimonio así como la nueva construcción de hoy debería seguir unos aspectos más técnicos y menos doctrinarios.